Existe la vida después de la muerte |
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Pareciera que cualquier análisis que se haga de esta cuestión parte del campo de las creencias y no pertenece de ninguna manera al terreno científico. Siendo así, es difícil que el propio análisis sirva de algo. Como
un ejercicio, podemos aplicar algo de intuición y deducción para arribar
a algunas conclusiones que, de ninguna manera, pueden considerarse
verdaderas, sino meras opiniones. Aquí
estamos comparando dos opuestos: vida y muerte, aparentemente
irreconciliables. Si la muerte es la falta de vida, estamos hablando de
dos absolutos, los cuales difícilmente pueden convivir. Dos
absolutos, en principio, constituyen una falacia, como la manida
existencia de Dios y Satanás, bien y mal y tantos otros como el principio
dialéctico lo permita. La
contraposición de absolutos, debe entenderse, se trata de un recurso de
la mente analítica para tratar de comprender las cosas, pues no puede
aprender a partir de la unidad, necesita la comparación y, por ende, la
contraposición. Desde
el punto de vista de la mente analítica, entonces, vida y muerte son
opuestos en los cuales es imposible el hecho de que uno conviva dentro del
otro. O sea: no puede existir la vida dentro de la muerte, o
una vida en la muerte. Si
consideramos, en cambio, que la muerte es un proceso de la vida misma,
como aseguran los budistas, entonces no se trata de opuestos. Dentro de
este criterio, la vida es un proceso que incluye a la muerte como un
estado de la propia vida. Queremos creer que la vida continúa después del fenómeno de la muerte física y nos hemos apropiado de inmensidad de justificaciones para aseverarlo, aún cuando nuestra existencia cotidiana se maneja sin que tengamos en cuenta que vamos a morir. Las
posibilidades son variadas: Después
de la muerte física podría ser el final de la existencia, todo volvería
a su origen: el polvo, y nuestra individualidad se disolvería. Esta es la
más dolorosa de las posibilidades, nuestra vida carecería de sentido,
seríamos nada más que una manifestación de la vida natural y nada
especial en el cosmos (qué nos dice que lo seamos) Otra
es la que muestran las religiones reveladas. Una vida después de la
muerte, un paraíso o infierno, según nuestras acciones o la aceptación
o no de determinado maestro. Así la vida actual carece de sentido en
cuanto a conocimiento de sí-mismo, no importa el aprendizaje, sólo el
ser fieles a las reglas o saber pedir perdón a tiempo. Una
cuarta sería la postura de algunas prácticas neo-paganas que reviven el
culto a los ancestros. Según ellas hay un sub-mundo (Hades) donde va la
gente que muere, ya sea para siempre o por un tiempo determinado hasta que
reencarna. Muchos individuos “ascienden” y se transforman en seres de
luz que se dedican a ayudar a otros
humanos en su existencia, generalmente a personas de su misma
familia o a personas afines por su carácter. Obviamente,
ninguna de estas ideas puede ser probada y tendrá mayor o menor valor según
el gusto y la experiencia de quienes hayan compartido alguna de ellas. Veamos.
La muerte física es la cesación del impulso vital en el cuerpo. ¿Es
el impulso vital algo pre-existente en el cuerpo o algo que proviene de
otro sitio? ¿Heredamos
este impulso vital de nuestros padres o no? ¿Existe
un origen del impulso vital universal? ¿Si
el impulso vital es algo diferente de la individualidad, qué es lo que
atrapa y contiene a ese impulso en una forma viva determinada? El
impulso no puede originarse en el cuerpo, simplemente porque este, en
determinado momento, cesa. De manera que el cuerpo es contenedor de este
impulso, no causa del mismo. |
Podría provenir de los padres, pero ellos a su vez debieron recibirlo de sus antecesores y así sucesivamente, de manera que existiría, de todas maneras, un origen de ese impulso que les antecede. Parece
haber una “emanacíón” del impulso vital desde un origen desconocido
y esto tiene el mérito de ser reconocido
por antiguas religiones como el taoísmo y por la física. Este
impulso no vitaliza sólo a los humanos, sino a la materia en general. El
contenedor de esta energía es el equivalente del quanto de la física
nuclear. Un
“paquete energético” que tiene la capacidad de captar el flujo energético
cósmico, “calificándolo” como determinada forma de vida o sustancia. Aquí
es donde la ciencia se torna “mística”. El
paquete energético está formado por una especialización del propio
impulso vital. No existe otra cosa que este impulso. Entonces,
tenemos un origen misterioso del impulso vital cósmico, al que podemos
llamar Dios, si nos place. Tenemos, también, los paquetes energéticos
que califican a este impulso, a los que llamaremos “seres y cosas”. ¿Donde
está, aquí, la individualidad? Porque
debemos comprender que lo que nos interesa es la trascendencia de nuestra
particular individualidad. La
individualidad está formada por la memoria, más memoria, más historia,
más individualidad. Memoria
consciente, individualidad consciente. ¿Donde
reside la memoria? En el ADN, la herencia genética familiar. Un
individuo, entonces, será el producto de la memoria de los antecedentes
familiares, recopilados en el tiempo en la infinidad de culturas que sus
antecesores hayan experimentado. Más la experiencia vital de su vida
actual, depositada en algún lugar del cerebro. Este
individuo transmitirá a sus hijos esta herencia. Y cada uno de sus
sucesores se sentirá, a su vez, un individuo. Pero,
¿qué sucede cuando el cuerpo físico del individuo muere? El budismo, por citar un ejemplo, sostiene que el “paquete energético” al que llaman carácter sobrevive en una especie de limbo cósmico hasta que puede reunir suficiente energía como para ingresar a una matriz afín y nacer nuevamente. ¿Se sienten los animales y las piedras como individuos? Realmente, no lo sabemos. Pero es posible que no tengan conciencia de su individualidad y, por esto mismo, poco temor de la muerte. En este caso, hablamos de memoria inconsciente. Los
humanos, lo sabemos, tenemos conciencia de un tipo de “resumen” de
nuestra experiencia recibida genéticamente, al que llamaremos carácter,
este, en conjunción con la cultura presente, forma la personalidad. La
pregunta es si ese resumen trasciende a la muerte física. Quién
podría asegurarlo... o negarlo... Si
la muerte es, simplemente, la cesación del flujo energético dentro del
paquete quantico, es posible que el paquete subsista, como aseguran los
budistas. ¿Sucede
eso en la naturaleza? ¿Hay
pruebas físicas de paquetes “vacíos de energía” a la espera de esa
energía que les dará “vida”? Si
los hay, entonces, la eternidad del carácter o individualidad es posible. Si
no los hay, es, por lo menos, dudosa. Sin
embargo –y esto porque ya hemos sido demasiado científicos-, hay un
recurso predominante, que es la propia experiencia. Quienes
hayan sido desde tiempo atrás capaces de hacerse todas estas preguntas
que aquí humildemente resumimos, habrán recabado, de seguro,
experiencias de todo tipo. Estamos,
entonces, en presencia de conceptos “míticos”. Y
nuestro trabajo sería aún más incompleto, si no dedicamos unas líneas
a este aspecto de la actividad humana. |
Antes
de la predominancia de las religiones imperiales, es decir aquellas que
tienen alguna asociación con el poder del estado, los diferentes grupos
humanos practicaban “religiones naturales”, asociadas a los ciclos de
cosecha o de las estaciones y caracterizadas,
en general, por el culto a los ancestros. Este
tipo de creencias está más generalizada de lo que se cree, ya que continúa
siendo tradición entre los habitantes, por ejemplo, de China y en la
creciente multitud de neo-paganos. En
los relatos folclóricos tradicionales puede verse con frecuencia el hecho
de que los humanos “vivos” comparten experiencias con otros que ya no
lo están, en algunas tradiciones, incluso, los desencarnados se
transforman en dioses, como ocurre con la celta irlandesa, o en seres de
luz, como trasciende a través de algunas creencias neo-africanas
(denomino así a las que se han mezclado parcialmente con los íconos
cristianos, tales como algunas líneas de la santería, umbanda, kimbanda,
etc) Así,
un individuo no está solo en su experiencia vital, sino que es acompañado,
protegido y guiado por multitudes de ancestros, dioses, seres de luz, etc. Para
ellos, entonces, no sólo existe la vida después de la muerte, sino que,
a diferencia de la creencia budista, ésta es sumamente activa. Los cultos chamánicos establecen relación y diálogo con personas que habitan el mundo de los muertos y parecen tener acceso a información y, a veces, poderes, útiles en este mundo. Por
ilógico y fantástico que esto parezca, una gran parte de la población
mundial cree en ello y muchas de estas sesiones son realmente asombrosas. Como
todo hecho humano, para ser evaluado es necesario sumergirse en él,
porque dudosamente podrá estudiarse desde la superficie. Mis
experiencias personales de muchos años en este terreno, me hacen observar
con mucho respeto estas manifestaciones de las creencias humanas. Sin
embargo, nuestro anhelo de una vida después de la muerte, no la vuelve
una verdad incontrovertible. Es
posible que mi carácter de hoy, sea la simple sumatoria de la transmisión
genética familiar y mi experiencia vital de esta existencia. Y que mi
“individualidad” desaparezca con mi cuerpo, mañana o en unos pocos años
más. Es
posible, en cambio, que mi carácter sea un viajero del tiempo y del
espacio, capaz de migrar a regiones y épocas lejanas, en busca de
experiencias vitales cada vez más enriquecedoras. Si así fuera, debe ser
factible que realice los mismos viajes durante esta existencia temporal. Y
esto es lo que aseguran las tendencias neo-paganas. O
tal vez, como enseñara aquél controvertido personaje conocido como
Gurdieff, la capacidad de migrar es algo que se adquiere y no todos los
seres humanos la poseen. De manera que algunos lo harán y otros,
simplemente desaparecerán. Las
opciones son variadas, pero el interrogante continúa y tal vez nunca lo
resolvamos. Considero que será importante que replanteemos nuestra
actitud frente a la muerte, antes de reclamar una vida post-mortem. Y,
sobre todo, preguntarnos si queremos continuar con una vida monótona y
carente de matices como la que llevamos –de casa al trabajo y del
trabajo a casa-. Es posible que necesitemos revitalizar nuestra vida,
asociarla menos con ideologías y más con la realidad natural. El
pensamiento nos ha llevado a muchas partes, pero no ha resuelto nuestros
interrogantes básicos. Creemos que la meditación lo hará, pero los
hombres oran y meditan desde hace miles de años y las preguntas siguen
sin responder. En
esta carrera, marchamos hacia el final de nuestros días mientras la parca
viene hacia nosotros. El
tiempo se acorta y el espacio no existe para ella. En
tanto, seguimos viviendo como si Ella no existiera, como si nuestro camino
no fuera, irremediablemente, a cruzarse con el de Ella y su hoz
implacable. Y
si no hemos sido capaces de crear nuestro paraíso en vida, ¿cómo es que
creemos que lo hemos ganado para después de la muerte? En
Samhain (Sanwin)
ceno con mis ancestros, no los veo preocupados, ellos brindan y ríen
desde el Hades, con sus vasos de licor desbordante. |